Algún hombre, alguna vez en la vida

Hay algún hombre, alguna vez en la vida, con el que quieres acostarte a sus pies y dormir largas siestas abrazada a sus piernas. Con quien una cita perfecta es acurrucarse bajo una manta y comer chatarra mientras se ve cualquier película. Y criar niños a su lado, planear las vacaciones perfectas en hoteles todo incluido, para ver en la paz del atardecer la vida pasar en sus ojos, es EL SUEÑO.

Hay algún hombre, alguna vez en la vida, con quien sueñas incendiar el mundo. Lanzar bombas molotov contra todos los bancos. Viajar a alta velocidad e imprudentemente en un motocicleta rumbo al infierno. Y ahí no importa ni saber su nombre, ni pensar un minuto en si el calendario ha de reunirlos de nuevo. Donde todo es fugacidad y fuego. Velocidad y muerte. Fin.

Hay algún hombre, alguna vez en la vida, con quién crees que conquistarás el mundo, algún mundo. Con libros, música, poesía, ciencia, arte. Con quién parece plausible recorrer el mundo recibiendo y formando conocimiento. Y los hijos estorban y las vacaciones apacibles se escuchan triviales. Todo es descubrimiento, complicidad, y creación. Donde la mente y el corazón parecen tejidos con las mismas venas y las mismas rutas. Donde el futuro no es que estorbe pero tampoco importa, porque lo único que hay es hoy y ahora y nunca más, y esto, letras letras letras, pasión y letras, palabras y letras, creación y letras.

Hay algún hombre, alguna vez en la vida, en el que solo se trata de cuerpo. O solo se trata de apariencia. O solo se trata de reír. Y más nada.

Hay alguna vez algunos hombres en algunas vidas que se viven como si fueran la vida. Pero la única vida es tu vida. Tú. Tu cuerpo. Tu mente. Tus sueños. Tus deseos que se tejen y destejen, te crean y desbaratan. Y a veces es necesario vivirlos a todos, aunque casi nunca al mismo tiempo. Darte el tiempo de vivir lo que tu alma te demanda vivir, y ser lo que este tiempo te demanda ser, porque sólo se trata de ti. Y aunque suene perfecto romantizar a cada tipo de hombre nunca es, y nunca se trata de ese tipo de hombre, siempre se trata de vivir, de devenir, de la vida y su encarnizada lucha con la muerte. De aceptar que la muerte ganará pero no se la dejaremos fácil. De que mientras nos dure la sangre viajando en nuestro cuerpo persistiremos en la guerra de amar.

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